Presentación | |
En la época que va desde finales del siglo XV hasta bien entrado el XVII, España y Japón han tenido, en líneas generales, una historia con rasgos muy semejantes. Los dos países sufren una larga etapa de luchas civiles: en España, a finales de la Edad Media varios decenios de disturbios provocados por nobles rebeldes; en Japón, la larga época conocida como Sengoku Jidai (o «Época del país en guerra»). Tras todo ello, se llega a la unificación (con los Reyes Católicos en España, y con la dinastía de Tokugawa en Japón). Y, con una cierta diferencia de tiempo, en ambos países se produce un aislamiento del resto del mundo. En Japón, por ser un archipiélago, fue aislamiento físico y espiritual (sakoku) de dos siglos y medio. Y en España, desde Felipe II, tiene lugar la época del «telón barroco», donde el aislamiento fue solo ideológico y espiritual: prohibición de importación de libros, de estudios en universidades extranjeras, el horror de la Inquisición, etc. Incluso, con una coincidencia más, porque la expulsión de los moriscos en 1609, coincide con la expulsión de todos los misioneros cristianos de Japón en ese mismo año.
Sin embargo, es sorprendente el hecho de que sea precisamente en esta época de aislamiento cuando las culturas de ambos países alcanzan su máximo florecimiento. En España es el Siglo de Oro; en Japón es la Época de Edo. Florecimiento en el teatro, en la poesía, en la novela, y en las artes visuales de ambos países.
La relación entre ambos países se dio inicio hace más de cinco siglos a partir de la llegada de los primeros comerciantes occidentales –españoles, portugueses, ingleses y holandeses– a las islas niponas. El contacto con España se estrechó más a partir de 1549 cuando el jesuita, Francisco Javier, arrivó al sur del archipiélago con la finalidad de trasmitir la fe cristiana. Paralelo a este trato cercano de Javier, tenemos otro, que podría llamarse “admiración en la distancia”, ya que Baltasar Gracián, desde España, quizás influido por la lectura de las relaciones que los misioneros enviaban desde Japón, o por la lectura de Triunfo de fe en los reinos de Japón (1618) de Lope, dirá en El Criticón, que la figura alegórica del Valor, cuando hace testamento de su cuerpo, deja «el coraçón a los japoneses que son los españoles de Asia».
Igual de sorprendente es el hecho de que las dos primeras traducciones al japonés de obras literarias europeas fueran de fray Luis de Granada: Introducción del Símbolo de la Fe, en 1592, y Guía de pecadores, en 1599. Traducciones de extraordinaria belleza, con cuyo contenido sintonizaron entonces incluso los no cristianos y que aun siguen cautivando al lector entendido. También se ha llegado a pensar que los misioneros pudieran haber usado, para transmitir la doctrina del Evangelio, algún auto sacramental de Calderón, en adaptaciones que se conocen con el nombre de danzas cristianas (kirishitan mai).
Por ese motivo, la finalidad de este congreso se va a centrar en realizar un examen serio y riguroso sobre el Siglo de Oro en Japón, desde un ámbito interdisciplinar, analizando los vínculos que ambos países sustentaron durante los siglos XVI y XVII, las influencias culturales que tuvieron, las relaciones históricas, diplomáticas y comerciales que fraguaron.
Por lo tanto se va a dar cabida a colaboraciones de especialistas en el Siglo de Oro, pertenecientes a diferentes disciplinas como la Literatura, la Lengua, la Traducción, la Teoría de la Literatura, la Historia, el Arte, la Didáctica, etc. Consideramos que la interdisciplinaridad ofrece diferentes y enriquecedores puntos de vista sobre una misma realidad, la del Siglo de Oro en Japón, fortaleciendo con ello las visiones mutuas de dos naciones que siempre desde el respeto y la admiración se han esforzado por comprenderse buscando en ello un enriquecimiento mutuo. |
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